Para nosotros, en Canada

 

Sorpresa forestal

En el espacio escrito entre las sombras que dejaba el árbol ví su rostro. Allí, en algunos segundos, donde se filtró la única luz posible, durante eso que uno llama las primeras luces de la mañana.
El asunto sucedió en Diciembre a comienzos de la nieve cuando el bosquezuelo y los senderos recién comienzan a teñirse de blanco; porque siempre es así cuando cae la primera nieve y se reparte por el bosque. Los árboles se blanquean y las ramas se transforman lentamente en hielo hilvanando largos hilos, cordeles congelados por donde atraviesa la breve luz del día.
En el sendero la hojarasca, café, oscura, a veces amarilla, va ensuciando la nieve y derritiéndose porque el terreno todavía no comienza a congelarse.
La luz del día va, viene y ya se ha ido...
El bosque deshojado. Solamente el pinedo reparte su sombra oscura y todavía no se impregna de aquel olor seco que huele a corteza congelada ni tampoco aquel ruido explosivo cuando bajo los fríos de Enero se revientan las ramas en lo alto.
Entonces lo ví ! frente a mí, apareció inmenso ! Alce prehistórico.
Se me quedó mirando taciturno con sus grandes ojos tristes y su cabeza como esculpida en madera; único sobreviviente de cazadores atroces, y luego sin decirme el ruido de su palabra ancestral desapareció nuevamente entre los árboles con su andar cansino...
Entonces un enorme pájaro carpintero, disfrazado de pájaro azul con un tambor apareció replicando las sombras en la altura diciendo con el ritmo de su taladro que la soledad no existe en el fondo del bosque... de Francisco Viñuela en "Prejuicios anteriores"

Comentarios

Entradas populares